Tres años son mucho tiempo. Y más si los cuentas en días. O en horas. En minutos o en segundos. Tres años son una eternidad y tres años es lo que está previsto que dure el invierno que ahora empieza. Lars lo va a vivir recluido en el castillo, enfermo y agobiado por las presiones de la vida familiar, dando paseos a lomos de Nemo, su gato gigante, y compartiendo las horas con Maja, su hermana melliza.
El final del verano reveló a sus 19 años a la tejana Tillie Walden como una de las voces más dotadas para la novela gráfica sentimental, algo que certificaría con creces en obras posteriores como Piruetas, ¿Me estás escuchando? o En un rayo de sol.
Con el particular estilo que ya le conocemos a la autora, que mezcla las estructuras clásicas con la narrativa diáfana y adictiva del manga, El final del verano es una pieza imprescindible en su bibliografía por lo que tiene de predecesora, pero también porque ya cumple con las características que la definen: una obra llena de personajes azorados y pasajes emocionalmente intensos, de dibujo armónico y límpido con querencia por la arquitectura, trufada de páginas bellísimas y de viñetas que son en sí mismas estampas llenas de significado.
Pasado poco más de un lustro desde su confección, este debut se mantiene hoy como una lectura trágica y conmovedora, una suerte de melodrama victoriano embebido de melancolía y épica íntima.
Todavía queda mucho invierno por delante, pero puedes hacerlo más llevadero asomándote aquí las páginas de El final del verano.
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