Fante Bukowski está desesperado por dar a conocer su voz al mundo, pero al mundo se la suda. Tal vez sea porque a nuestro aspirante solamente se le entregó el látigo.
Darle al frasco, idealizar el tormento, cultivar la envidia, hacer el zángano, pegar sablazos. ¡Para ser escritor ni siquiera hace falta escribir! Fante Bukowski no tiene voluntad ni disciplina, carece de humildad, y aunque anda corto de escrúpulos, se maneja como un elefante en una cacharrería en ese mundo de arribistas y cantamañanas que nutre los círculos artísticos y literarios. Fante Bukowski es, no le queda otra, la frustración hecha hombre. Y probablemente esté borracho.