Según el diccionario, “stroppy” quiere decir insolente y puede ser sinónimo de bullas, de cascarrabias, de quisquilloso o de alborotador. Adjetivos todos tirando a conflictivos o que, como mínimo, indican un carácter enredoso.
Stroppy es el título del último cómic de Marc Bell, un londinense pero ojo cuidao, londinense del Londres de Ontario, un Londres que hay en Canadá, lo cual ya es empezar rizando algún rizo o al menos jugando al despiste. De Bell se sabe poco en estos lares pero lleva dando guerra desde los años 90, publica en revistas como Vice o LA Weekly, ha participado en antologías individuales y colectivas y ha dado a luz títulos como Hot Potatoe, Pure Pajamas o Shrimpy and Paul and Friends, algunos de ellos galardonados en certámenes de prestigio. Stroppy es su último tebeo pero también el primero de extensión.
Stroppy (el protagonista de Stroppy) es un tipo corriente que trabaja dando el callo en una de las fábricas de Monsieur Mostacho, el villano de la película. El asunto es que en la zona se ha convocado un concurso musical con premios en metálico y Stroppy, por hacer algo, ha inscrito a su amigo Clancy, un humilde poeta siempre y cuando eso exista. Y a partir de ahí empieza un auténtico viaje tanto en lo argumental como en lo gráfico, un sinfín de intrigas, bromas absurdas, chuflas, canciones locas, robots pequeñitos y toneladas de luz y color.
Stroppy es un cómic diferente que ha sido descrito como fantasía post jipi, como alegoría de la lucha de clases e incluso como un musical para sordomudos. Nosotros tenemos la impresión de que es todo eso pero intuímos que es también más cosas, algunas indefinibles y todas fascinantes. Si te sientes preparado para experimentar la inigualable sensación, empieza por el adelanto que te hemos preparado.
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