Joe Carstairs, de nacimiento Marion Barbara Carstairs, fue una británica corredora de lanchas que conquistó varias cumbres sociales, empresariales y deportivas en principio vetadas a los individuos de su sexo… y condición. Porque, para empezar, Carstairs, según sus propias palabras, “ya salió queer del útero”.

Adicta a la velocidad, la competición, la adrenalina y las mujeres, su periplo vital comenzó sometido a la rigidez del Londres de principios del siglo XX, tanteó la liberación en un internado en Connecticut, donde se manifestarían los primeros indicios de su verdadera identidad, y accedió a toda ella en el frente, como cooperadora de la Cruz Roja en la Gran Guerra que asolaba Europa. Más tarde se entregaría a un matrimonio de conveniencia, creó su propia compañía femenina de taxis, y llegó a reinar durante cuarenta años, como monarca ilustrado, en una isla del Caribe.
Protagonista de un sinfín de tribulaciones que desafiaron la presión social de su época, Joe la Pirata se presenta como una biografía fiel a los hechos pero también libre y especulativa del personaje, haciéndose eco de su dechado de amantes (en ocasiones ilustres, no haremos spoilers), desplantes y desafíos. Un retrato colmado de vitalidad, tan sexy y fascinante como tierno e inspirador. Todo ello resultado del talento probado de Hubert, guionista fogueado a la vera de autores como David B., Tronchet, Zanzim o Kerascoët, y el trazo de Virginie Augustin, dibujante francesa formada en los estudios Disney, y cuyos primeros pasos en la historieta se recogerían en antologías como Primeras veces, que podéis encontrar en nuestro catálogo.
Con una narrativa clásica y lineal, incesante, y un dibujo lácteo, desenvuelto y de enorme expresión, Joe la Pirata atraviesa los valles y despeñaderos del siglo XX, desde el nacimiento de su protagonista en 1900 hasta su muerte en 1997, con ánimo festivo y espíritu agridulce, celebrando la libertad individual de alguien tan especial como cualquiera y, como cualquiera, definido en sus deseos y contradicciones, pero que esta vez tuvo el arrojo de vivir sincera y frontalmente, como sintió que debía hacerlo.
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