Se trata de uno de los sucesos más extraños jamás registrados en la historia de Italia. Y los aficionados a la exploración del firmamento saben de qué hablamos.
Una noche de verano de 1933, una misteriosa aeronave se estrelló en la localidad de Vergiate, en Lombardía. La alarma inicial empezó a extenderse por la zona, pero antes de que fuera más allá, el propio Benito Mussolini ordenó ocultar el incidente y creó un gabinete secreto para investigar la procedencia del objeto, que presentaba una tecnología desconocida.
Inspirándose en esos hechos (que se avanzaban en tres décadas al episodio de Roswell) y a partir de los informes del ufólogo Roberto Pinotti, Fortaleza volante desarrolla una trama de espionaje internacional con dejes de ucronía donde intereses, sospechas y traiciones serpentean en la Italia fascista para dar lugar a una miniatura absorbente en su lectura.
El mérito es de Miguel Vila, un autor que ingresó en nuestro catálogo con Dulce de leche y del que enseguida nos apresuramos a recuperar su primera y galardonada obra, Padualand, y de su aliado en esta ocasión, el bregado guionista Lorenzo Palloni, un tándem que se demuestra de sobrada eficacia a la hora de confeccionar un relato coral donde las trazas de ciencia ficción retro arrojan luz sobre el verdadero talante de un país forjado, como todos, en las oscuras trastiendas de la especulación política.
Una novela gráfica donde el espíritu escapista del pulp se ve hermanado a aquel rigor documental propio de los thrillers políticos de los años 70, y que respira incluso perfumes de la chifladura bendita de un Philip K. Dick. Ciertamente hay otros mundos, pero están en este.
Si quieres empezar a desgranar los misterios, asómate aquí a la Fortaleza volante y hazte con tu ejemplar a partir del 27 de junio.
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