Encumbrada como una de las grandes obras del tebeo contemporáneo y celebrada por lectores de tres generaciones, la saga de Palomar es, por méritos continuados, un clásico moderno que en su lectura fluye con las propiedades adictivas del culebrón sentimental, el corazón enorme de la genuina literatura de personajes y un sentido del humor brujo y cargado de esperanza.
Hubo un tiempo en que en Huerta ocurrían cosas. Ahora Hopey tiene un hijo de cinco años y Maggie vive con Ray, que a su vera combate el mundo todos los días. La juventud sigue siendo invulnerable pero ya no es en ellos diamante sino carbón. Combustible. Y en el fondo late la sensación última de que, por más que cambien las cosas, todo sigue más o menos igual. Más o menos bien.
Beto Hernandez retoma en estas páginas su gran novela secular para relatarnos los primeros pasos de Tonantzin, la niñez de Gato, los días y las horas de Luba, Heraclio, Chelo, Vicente, Pipo, Fritz, Carmen… todos ellos personajes de ficción. Aunque parezca mentira.
Prosigue esta sopa coral de gran pena en la que Beto Hernandez retrata las vicisitudes de los hombres, mujeres, niños e incluso espectros que pueblan ese lugar situado en alguna parte más allá de la frontera con Estados Unidos. Un mosaico de historias y circunstancias personales y colectivas, pasajes indistintos tomados del pasado y del porvenir, que van conformando el carácter y el latir inmediato de un pueblo llamado Palomar.